Para Boivin (2003), Schafer es el primer músico que se interesa seriamente sobre la evolución y la
degradación del paisaje sonoro sobre el que ha ido evolucionando la raza humana desde sus orígenes y,
aunque centrado en los entornos urbanos, su trabajo es una crítica a la intervención humana sobre la
naturaleza. En este sentido, una de las ideas que subyace a las primeras definiciones del concepto es que el
paisaje sonoro es algo que es percibido por el hombre. Por tanto, “el paisaje sonoro es simultáneamente
una percepción subjetiva y un ambiente físico que se encuentra en constante construcción y transformación,
que identifica cada lugar por sus sonidos” (Quintero y Recuero 2018, 195).
A partir de la idea de la intervención humana sobre el paisaje sonoro surge el término ecología sonora
(Schafer 1977). En una primera definición se hace referencia al estudio acústico, psicológico, sociológico,
histórico y cultural del paisaje sonoro. Como podemos observar, la ecología sonora va más allá del mero
análisis del sonido como parámetro físico, estudiando la interacción entre las diferentes fuentes sonoras de
un mismo ecosistema, ya sean producidas de forma natural o por el hombre (Pijanowski 2011a).
Bajo la inspiración del trabajo de Schafer, los canadienses Hildegard Westerkamp y Claude Schyryer fundan
el World Forum for Acoustic Ecology en 1993. Sus trabajos se centran en la captación de imágenes sonoras
de entornos naturales. Con este tipo de trabajos se comienza a consolidar el término ecología sonora (Harley
1996). Paralelamente, se desarrollan en todo el mundo una serie de trabajos discográficos que persiguen
capturar los paisajes sonoros naturales y registrarlos en disco para hacerlos llegar a una población
principalmente urbana, ávida de conectar de nuevo con la naturaleza. Entre estos pioneros del paisaje
sonoro destacan Bernnie Krause (Gorillas in the Mix 1988), Gordon Hempton, con su serie Earth Sounds
(1990), Eloïsa Matheu, con sus trabajos sobre Brasil (1995a) y sobre las selvas tropicales (1995b), Jean C.
Roché, con su colección sobre paisajes sonoros del mundo (1988), y, sobre todo, Carlos de Hita, con sus
trabajos sobre los sonidos de los parques naturales de España, de los cuales Sonidos de la España salvaje
(1996) es un buen ejemplo de ellos.
Esta corriente más contemplativa del paisaje sonoro dará paso en las últimas décadas al estudio de la
degradación de los ecosistemas y a una ecología sonora más en línea con los estudios que interrelacionan
impacto humano, cambio climático y degradación de los ecosistemas (Pavan 2017). Así, se han ido
desarrollado nuevos enfoques para analizar esta problemática. Uno de los más prometedores es la
realización de índices acústicos para medir la pérdida de biodiversidad a través de la variación del paisaje
sonoro (Bertucci et al. 2016, Bradfer-Lawrencce et al. 2019, Fuller et al. 2015); no obstante, esta técnica
todavía resulta controvertida (Alcocer et al. 2022).
1.2. Impacto humano y paisaje sonoro
La evolución del calentamiento global se ha convertido en un tema central de nuestra sociedad. Si bien en
una primera etapa existía cierto escepticismo sobre esta realidad, poco a poco la ciudadanía en general está
tomando una mayor conciencia. Además, existe un consenso científico sólido en torno a la relación entre
acción humana y cambio climático (Rosen 2021).
Uno de los primeros efectos de este proceso es la influencia sobre la diversidad: el cambio climático es una
de las principales causas de pérdida de biodiversidad a nivel mundial (Pichs 2021; Pörtner et al. 2023).
Además, las poblaciones humanas también se están viendo afectadas por esta problemática. En EEUU, por
ejemplo, las inundaciones en algunas zonas del país están fomentando el cambio en la locación de nuevos
edificios y en la movilidad de personas hacia zonas más seguras (Elliot y Wang 2023). Para Pörtner et al.,