• Padres que abusan de sustancias, la criminalidad presente en el entorno familiar o la existencia de
algún trastorno psiquiátrico aumentaron más del doble la probabilidad de que los hijos desarrollen
TDAH.
Estos mismos autores señalan que los efectos que provocan TDAH de manera independiente se consideran
de pequeño alcance. No obstante, recalcan que la etiología de la mayoría de los casos de TDAH se encuentra
en el impacto que genera la combinación de cuantiosos riesgos genéticos y ambientales (Faraone,
Banaschewski, Coghill, Zheng, Biederman, Bellgrove, Newcorn, Gignac, Al Saud, Manor, Rohde, Yang,
Cortese, Almagor, Stein, Albatti, Aljoudi, Alqahtani, Asherson, … Wang, 2021). Asimismo, Green y Chee
(2009), destacan que estos factores del entorno no son la causa del TDAH, pero sí inciden tanto en la
gravedad y en las consecuencias de este.
2.2. TDAH y impactos en la vida social y escolar
Las repercusiones del TDAH en la vida de los niños son altamente considerables. Tienen un alto impacto
negativo no solo durante la infancia y la adolescencia, sino pudiéndose mantener en la etapa adulta. Esta
probabilidad oscila entre un 60% y un 70% de los casos (Green y Chee, 2009). Sendos autores, como Green
y Chee (2009), Moreno García (2013), Rafael Guerrero (2016), la UOC (2017), Martínez Raga (2021) o Álvarez
de Godos y Ferreira (2022), destacan que se trata del trastorno más frecuente durante la etapa escolar y que
conlleva una altísima repercusión en dicho ámbito. El fracaso escolar, sociofamiliar y emocional son
consecuencias de su impacto.
Mena Pujol, B., Nicolau Palou, R., Salat Foix, L., Almeida Tort, L. y Romero Roca, B. (2006) revelan que entre
el 19% y el 26% de los casos, coexistirá con el TDAH un trastorno de aprendizaje. Esto afectará negativamente
al rendimiento en la lectura, cálculo o la expresión escrita. Pero además señalan que entre un 20% y un 40%
de niños o adolescentes afectados de TDAH padecerán un trastorno disocial.
Tanto Green y Chee (2009) como el DSM-5 (APA, 2014) lo describen como un trastorno de curso largo, el
cual afecta al proceso de aprendizaje y a la conducta durante la etapa escolar, reflejándose en un nivel de
inatención más alto del habitual, así como un deterioro en el rendimiento. Álvarez de Godos y Ferreira (2022)
añaden a esta descripción grandes obstáculos relacionados con la motivación y sus capacidades cognitivas.
El DSM-5 (APA, 2014) recalca que, durante la adolescencia temprana, el TDAH se mantiene prácticamente
estacionario. No obstante, el curso de este trastorno puede verse afectado negativamente por la aparición
de conductas antisociales, así como por la carencia de habilidades sociales (Álvarez de Godos y Ferreira,
2022). Y este tipo de conductas repercutirán en todos los ámbitos: escolar, social y familiar. La hiperactividad
motora puede llegar a ser menos perceptible durante la etapa adolescente y adulta. Sin embargo, una
proporción sustancial de niños con TDAH tiene deterioros que persisten durante la edad adulta, siendo estos
síntomas residuales los que generan mayores inconvenientes (Green y Chee, 2009).
Tanto Green y Chee (2009) como Álvarez de Godos y Ferreira (2022) hacen alusión a los bajos niveles de
autoestima presentes en las personas con TDAH. Los niveles de autoconcepto y autoestima de los niños que
padecen este trastorno son ligeramente más bajos, sobre todo en los ámbitos académicos, sociales,
emocionales y familiares (Bakker y Rubiales, 2012; Molina y Manlio, 2013). Esta falta de autoestima puede
manifestarse a través de sintomatología ansiosa y depresiva, aproximadamente en el 25% de los casos (Mena
Pujol, B., Nicolau Palou, R., Salat Foix, L., Almeida Tort, L. y Romero Roca, B., 2006). Otra cuestión afectada
por el TDAH es la empatía, la cual se encuentra mermada en personas que padecen este trastorno. Esta